Estos días he ido leyendo a muchas mamás en las redes diciendo que sus hijos están teniendo conductas que les preocupan, como no dormir bien por las noches (cuando antes sí lo hacían), comer peor, estar muy pegados a ellas, etc. Es normal que relacionemos todas estas conductas con el confinamiento, pero hace falta hacer algunos análisis. Estas conductas podrían aparecer igual en circunstancias normales y es que los niños y niñas van pasando por etapas y periodos, algunos de ellos bastante complicados.
Por supuesto que esta situación de confinamiento puede estar provocando muchas actitudes en nuestros hijos pero no es solo que “la situación de confinamiento” lo provoca, sino que también somos nosotras quienes estamos diferentes y se lo transmitimos.
No tengo la receta mágica para hacer que esta situación no nos afecte: imposible tal cosa. Lo que trato de compartir con vosotras es una reflexión para poder verlo desde otra perspectiva, ver qué cosas están en nuestras manos, cuáles no y quitarnos parte de carga emocional.
Vuelvo primero a lo que decía: que los peques de repente pasen por épocas en que comen menos, o que les dejen de gustar alimentos, que duerman peor, que se despierten por las noches, que se hagan otra vez pipí, que estén pegados a nosotras… son (o pueden ser) etapas completamente normales de su desarrollo. También es cierto que los cambios provocan estas cosas. Es lo que se llaman estresores psicoemocionales o psicosociales: el nacimiento de un hermanito/a, una mudanza, empezar el cole, una pérdida… todos estos eventos tienen impacto en los niños (¡y en los adultos!). Así que la situación de confinamiento es un estresor psicosocial sin duda.
Saber que hay eventos que tienen un impacto en nuestros hijos es muy importante. No porque podamos evitarlos, porque la mayoría, por no decir todos, son situaciones normales de la vida. Pero sí que podemos acompañar mejor a nuestros hijos en ese proceso.
La mejor manera de ayudar a nuestros hijos a transitar por estos momentos es hablando con ellos, poniendo palabras a lo que pasa, a sus emociones, a sus actitudes y sin olvidar de poner palabras también a las nuestras. De esta manera hacemos varias cosas. Por un lado, anticipamos lo que va a pasar o damos una explicación a lo que ya está sucediendo. Por otro, damos un modelo de lenguaje de cómo expresar sucesos y emociones, para que ellos, a su nivel en cada momento, puedan usar también el lenguaje para expresar sus pensamientos y sentimientos.
Un ejemplo: una mudanza
Tengo un ejemplo de una familia muy especial con quien trabajé. La mamá me contó cómo su hijo había tenido tanto miedo en la nueva casa a la que se mudaron, que literalmente quería marcharse de ahí: cogía algún juguete suyo y le decía adiós a la casa con la manita. Tenía 3 años si no recuerdo mal.
Podríamos pensar que mudarse a una casa nueva puede tener esta reacción en los peques. Podría. Pero hay una explicación más adecuada de lo que pasó aquí. Este niño tenía un retraso de lenguaje: su habla estaba muy por detrás de los niños de su edad y sus papás eran conscientes de ello. Eso les provocó dejar de contarle muchas cosas a su hijo porque pensaban que “él no les entendería”. Cuando se mudaron, no le contaron que iban a hacer tal cosa, que iban a dejar su casa, que iban a una nueva, etc. Simplemente llegó el día en que se marcharon y por la mañana estaban en una casa y por la tarde, en otra. Por supuesto que ese niño no entendía nada. Esa casa no era la suya, ¿cómo iba a saber que allí iban a vivir? Y aunque se lo hubieron dicho en ese momento: necesitaba un periodo de adaptación y la adaptación tenía que haber empezado previa a dar el paso de mudarse, por haberlo hablado y anticiparlo, varias semanas antes del suceso.
¿Os ponéis en la piel del niño? ¿Podéis pensar en alguna situación que vosotras también hayáis vivido y que penséis que no explicasteis o anticipasteis lo suficiente a vuestros hijos? Estas situaciones se dan continuamente. Vemos más.
Otro ejemplo: las apariciones y desapariciones
Un ejemplo muy común es el de la mamá que deja al peque en la guardería y no se despide. Tengo una historia en mi guía para padres en la que cuento que una abuela estaba con su nieta de un añito en el parque, la niña estaba subida en un coche de juguete mirando hacia delante y de repente llega papá, se pone en el lugar de la abuela empujando el coche y la abuela se va. La niña no vio a la abuela marchar, al padre venir, nadie se despidió de ella ni la saludó.
La importancia de cómo nos comunicamos con nuestros hijos
No sé si con estos ejemplos estáis viendo la importancia absoluta de contar a nuestros hijos lo que pasa, qué vamos a hacer (anticipación), qué nos pasa, cómo nos sentimos… De la misma manera me gustaría que vierais cuan importante es ahora en esta situación de confinamiento. Estos niños y niñas que están durmiendo peor, comiendo peor, más pegados a las mamás… sí que puede ser por la situación pero, sobre todo, por cómo llevamos la situación.
Cada una de nosotras estamos viviendo esta situación de diferentes maneras y hemos pasado por etapas distintas, estoy seguro que ya las habéis leído en algún artículo. Son las etapas típicas de cuando hay un evento que nos sacude. Primero hay incredulidad, luego enfado, luego tristeza, agobio, desesperanza y entonces llega la etapa de aceptación y, en el mejor de los casos, de superación. Es posible que estemos en una mezcla de todas, depende del día y del momento. Como vivamos todo esto es lo que transmitiremos a nuestros hijos, de una manera más o menos consciente.
El no salir de casa, no ver a nuestros familiares ni amigos, no ir a la escuela, recibir noticias tristes cada día… no se puede cambiar, pero sí que podemos cambiar cómo nos comunicamos con nuestros hijos. No estoy pidiendo que cambiemos nuestras emociones. Eso es otra cosa: intentar llevar las circunstancias de una manera positiva; pero eso es tema para otra publicación. Yo me refiero que con lo que tenemos, tal como estamos y nos sentimos, lo comuniquemos y lo expresemos con palabras.
No tapemos la situación que vivimos, como si no existiera, como si fuera un tabú, sino que la contemos con palabras, adaptadas a cada edad y a cada momento. Y que lo que percibimos de nuestros hijos, lo expresemos también con palabras para ayudarles a ser ellos quienes puedan primero comprenderlo y luego comunicarlo. Es una forma de empatía, de ponernos en su piel, de intentar entender qué les está pasando y hablar con ellos.
¿Quieres que tu hijo sepa expresar lo que le pasa? Pon tú las palabras primero.
Estos consejos no son solo para ahora, son para siempre. Como madres pasamos por mucho, pero muchas veces no lo expresamos. Pero si nosotras dijéramos: estoy cansada, me gusta mucho, esto no me gusta demasiado, me siento un poco triste ahora… nuestros hijos lo sabrían y lo podrían entender y, además, les estaríamos dando los modelos de lenguaje para cuando ellos necesiten decir algo similar. Desde bebés es importante que expresemos las emociones, anticipemos lo que vamos a hacer y narremos las situaciones que nos rodean.
Una reflexión: “No te preocupes”
¿Qué os parece decirle a nuestros hijos “no te preocupes”?
M: Papá me dice no worries (no te preocupes).
Yo: ¿Y no te gusta que te lo diga?
M: No, porque sí que hay worries y cuando no hay worries no dice “no worries” (papá me dijo que no me preocupe cuando sí que me preocupo).
¡Qué buenísima reflexión me hizo M cuando tenía 5 años sobre el “no te preocupes”! A la persona (niño o adulto) que le decimos “no te preocupes” le está preocupando. Ya sé que cuando nosotras lo decimos es porque queremos que les pase la preocupación, que se sientan mejor y porque creemos que lo que les pasa no es “tan” importante y seguro tiene solución. Pero a la persona que lo vive decirle “no te preocupes” no le soluciona nada ni le hace sentir mejor en muchos casos.
Yo siempre pregunto primero a mi hijo qué es lo que le preocupa y empatizo con sus sentimientos diciendo algo como “entiendo lo que piensas/como te sientes”. Eso para empezar. Luego ya pensaremos juntos, nosotras y nuestros pequeños, para encontrar una solución al problema pero primero preguntaremos y seremos empáticas.
Comentarios y preocupaciones de algunas mamás
Mamá 1
Una mamá decía que los bebés no se dan cuenta pero que los niños más mayores, a partir de 5 años, sí que empiezan a darse cuenta y comienzan los miedos, que conllevan problemas en el sueño y en el desarrollo del día a día.
Yo le diría a esta mamá que los bebés también se dan cuenta, porque les bebés absorben todos los sentimientos y miedo de las mamás. No hace falta ser conscientes de algo para sentir que hay algo que no va bien. Los niños de todas las edades están viviendo la situación, es importante para ellos. Pensad que los niños adquieren el lenguaje desde que nacen y muchos, con tan solo 3 años, ya tienen una comunicación riquísima. Para llegar a ese punto ha tenido que haber un largo periodo de input comprensivo, en el que el niño está inmerso en la comunicación con otros adultos que hablan continuamente. Y entienden mucho. Han tenido que entender mucho para llegar a ese grado de competencia expresiva. Es por eso que nunca debemos subestimar lo que los niños entienden. Entienden mucho más de los que expresan o de los que nos pensamos.
Mamá 2
Otra mamá dice que su bebé de 23 meses está empezando a desarrollar agorafobia. Cuando oye la palabra calle llora muy angustiado chillando «calle no, calle no». También está diciendo «niños no». A la mamá le preocupa su socialización. También se despierta muchísimas veces chillando y llorando. A la vez dice que pide calle desesperado, columpios, niños y no entienden por qué no puede. Y llora mucho, muchísimo.
Creo que podemos imaginar, por la manera que esta mamá nos relata la vivencia de lo que está pasando su hijo que ella está muy angustiada y la entiendo. Y que esta angustia la está transmitiendo a su hijo también ¡y no la culpo por ello! Y como decía más arriba, eso no lo podemos cambiar tan fácilmente, pero sí que podemos cambiar la comunicación que desarrollamos alrededor de toda esta situación. Esta mamá podría expresar que ella se siente angustiada, que también tiene ganas de salir a la calle, que tiene ganas de que su hijo pueda ver a sus amigos, etc. Solo diciendo algo así ya empezarían a haber cambios. También debería poner palabras a cuando el pequeño dice “calle no” o “niños no”. Podría agregar lenguaje a esas palabras del niño. Primero entender bien ese “calle no”. En mi guía para padres tengo un capítulo sobre el no porque es muy complejo. “Calle no” puede significar que el niño está contando “que no pueden salir a la calle”, “que no están saliendo a la calle” o “que no quiere salir a la calle”. Tiene varias interpretaciones.
Mamás 3 y 4
Otra mamá con una hija de 18 meses dice que no le puede explicar por qué no sale a la calle porque no lo va a entender. Y que cada día le cuesta más dormirse, se despierta llorando como si tuviera pesadillas y que cada día come peor. Que es una nena muy sociable, que parece que echa de menos jugar con otros niños, salir a pasear y que le hablen. Otra con uno de 19 meses, lo mismo: dice que se despierta chillando cuando está dormido como si tuviera terrores nocturnos, le cuesta mucho dormir, al principio pedía calle y ya no… Dice que es muy pequeño para hacerle entender qué está pasando.
En estos casos, subrayo: que no les puedes explicar por qué no salen a la calle porque no lo van a entender. Sí, sí que se les puede y debe explicar por qué no salen a la calle. Si nos paramos a pensar: ¿Nosotras entendemos toda esta situación? O más bien ¿estamos viviéndola porque no nos toca más remedio? La sensación de irrealidad o de estar en una película la he tenido yo y la he oído de mucha gente. Así que para todas esto es muy extraño. Creo que no les podemos no transmitir a nuestros hijos esa extrañeza, porque luego no seremos coherentes cuando nos mostremos preocupadas, tristes, sin falta de energía, etc.
Otra vez quiero resaltar la importancia de expresar nuestras emociones, que es lo que sobresale de nosotras y lo que transmitimos a nuestros hijos aunque no queramos. Explicar lo que pasa, el porqué, es bastante difícil en realidad y según la edad de nuestros hijos lo haremos de una manera o de otra. Cada una debe hacerlo como mejor se sienta y esté más cómoda.
Muchas de las mamás a quien he ayudado no hablaban suficiente con sus hijos porque pensaban «que no les entendían» y cuando empezaron a hablarles más (a su nivel) cambiaron muchas cosas, como aspectos de frustraciones y miedos.
Más mamás
Hay mamás que están preocupadas por el hecho de no salir fuera y la falta de contacto con naturaleza. Para mí es un punto muy importante, porque creo firmemente que estar en la naturaleza es vital para el desarrollo de niños y adultos y aquí tenéis mi última publicación sobre este tema: “La importancia de la naturaleza y las consecuencias de estar privados de ella”.
Pero, ya que no podemos hacer nada de momento para tener contacto con la naturaleza (las que vivimos en la ciudad), se me ocurrió imaginar que si viviéramos en un lugar en que es invierno y hace muchísimo frío, sin sol, lluvia y temperaturas muy bajas, tampoco saldríamos. Esta reflexión quiero que sirva para quitarnos carga de culpa. Pensemos en los países nórdicos en los momentos más duros del invierno, cuando no hay casi horas de luz, cuando es noche permanente… Los niños están en las casas. Y muchos peques (bebés, de uno, dos, tres, cuatro, cinco años…) no van a la guardería, es más común que las mamás tengan bajas por maternidad más largas y puedan estar mucho más con sus hijos. Seguramente muchas de estas mamás pasan mucho tiempo en sus casas sin salir demasiado. Y esos momentos en casa, idealmente, deberán ser llenos de amor y presencia por parte de las mamás (y papás) que es lo que necesitan nuestros hijos.
Último apunte: el poder del juego y de los cuentos
En estas líneas, he querido poner de relieve la importancia de la comunicación verbal con nuestros hijos, del hablar con ellos y de poner palabras a lo que estamos viviendo, pensando, sintiendo, a lo que creemos que ellos están viviendo, pensando, sintiendo… Para terminar, quiero compartiros unos consejos que una mamá logopeda amiga mía me dio una vez cuando hablábamos de cómo ayudar a los niños con los procesos de cambios y que se complementan con todo el artículo de hoy.
Mi amiga destacó la efectividad de complementar el lenguaje verbal con otros tipos de lenguaje o de comunicación, como sería el juego y los cuentos. El ejemplo era con la mudanza que exponía más arriba. Para anticipar ese evento, se podría simbolizar y expresar también a través del juego: jugar a que una familia (que representaríamos con unos muñecos tipo clicks de Playmobil, Lego, marionetas…) se van a mudar de casa y así, al representarlo jugando, ponemos lenguaje y los niños lo pueden entender e integrar mejor. Con un cuento, lo mismo: buscar un cuento que fuera de alguna familia que se muda y mirarlo y leerlo varias veces con nuestros hijos.
Conclusión
Los niños entienden mucho más de los que pensamos y se frustran cuando no tienen la información suficiente. No contarles cosas pensando que no nos entenderán hace en realidad que generen miedos. Ellos solo perciben sensaciones, emociones de sus mamás y papás y las van absorbiendo y haciéndolas suyas. Pero sin ponerles significado.
Para evitar esto, pongamos palabras, no tratemos esta situación como un tabú, tengamos más confianza en la capacidad de comprensión de nuestros hijos, por más pequeños que sean, expresemos las emociones. Y para apoyar el lenguaje verbal, ayudémonos con el juego simbólico y el mirar cuentos en los que puedan aparecer sentimientos y situaciones similares a las que estamos viviendo.
Espero que estas reflexiones os ayuden. Que pongáis en práctica lo hablado y que me contéis los pequeños cambios que veáis en vuestros hijos y también en vosotras.
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Lo cual primero se notará en casa pero en seguida lo veréis también en otros contextos, como con otras personas, niños/as, en la guardería, etc.
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Esta información se debería conocer desde que nuestro hijo/a llega al mundo, ya que es desde el día cero que vamos a ir sentando las bases de una comunicación respetuosa, que ponga unos límites sanos que les ayude a estar tranquilos y seguros, para evitar todas esas incomprensiones, frustraciones, miedos y enfados. Y a su vez sea una comunicación rica que les vaya impulsando el lenguaje en cada etapa de manera natural.
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