“Desde que los pequeños llegan al mundo, empieza el desarrollo de la comunicación. Los padres nos comunicamos con el bebé en una situación asimétrica, ya que el adulto es un comunicador más hábil que el niño. Y nos llegamos a entender porque los adultos utilizamos de manera no consciente unas estrategias que gestionan y favorecen la comunicación con ellos.”
Fragmento del artículo que escribí para
Desde el momento del nacimiento, comienza todo un intercambio de sonrisas y gestos entre la mamá y el niño. También con el papá y los familiares más cercanos. Esta interacción es básica para el desarrollo del lenguaje del bebé: es importante que el adulto le hable.
Cuando nuestro peque tenía tres semanas nos empezó a sonreír. O quizás éramos nosotros los que atribuíamos sonrisas a aquellas boquitas que nos hacía. Y le respondíamos con grandes sonrisas, era tan bonito.
Unos días antes de cumplir el mes de vida empezó a hacer una vocecita, decía “ah!” y nosotros les íbamos respondiendo. Teníamos auténticas conversaciones, se le veía tan atento, tan contento, con tantas ganas de decir cosas. Y empezó a incorporar un nuevo sonido como de trino de pajarito: “gga”, “agg”[1].
Estrategias naturales para ponerlas en práctica de manera activa
Como estamos viendo, los adultos jugamos un papel imprescindible en el desarrollo del lenguaje de nuestros hijos. En general, usamos unas estrategias naturales y no conscientes que favorecen su lenguaje. Sin embargo, cuando los pequeños muestran dificultades de lenguaje, parece que no arrancan a hablar o no se entiende lo que dicen, los padres se empiezan a preocupar y pierden esa naturalidad a la hora de hablar con ellos.
Algunos de los consejos que siempre doy a las familias son los siguientes:
- Pasar tiempo de calidad con nuestros hijos.
- Dejarles suficiente tiempo y espacio para expresarse.
- Escuchar, interpretar y dar significado a sus enunciados.
- Hablarles con una buena entonación, ritmo y tono de voz.
- En resumen: prestar atención, hacer escucha activa y devolver el modelo correcto.
Abuelo modelo
A continuación os quiero contar como un día, estábamos en el parque y pude disfrutar de lo que yo llamé “abuelo modelo”. La verdad es que por deformación profesional me fijo en cómo la gente se comunica con los pequeños. Muchas veces he anotado fragmentos de esas conversaciones, a veces por positivas, otras, por negativas. Esta interacción me llenó el corazón.
Estaban en el arenero el abuelo y su nieta de un añito. Esta le traía arena al banco donde él estaba sentado. Él le hablaba con una voz muy agradable, comentando lo que la pequeñita hacía. Le da un vaso de plástico y le invita a traer la arena con él. La nena lo hace. El abuelo le muestra cómo verter arena en el banco pero en seguida le deja a la pequeña que lo haga ella. Luego el abuelo le muestra cómo la arena se escurre entre las tablas de madera del banco y la toca con los dedos haciendo comentarios “qué agradable, mira cómo se escurre…”, y la nena también toca la arena y la hace caer por el hueco.
Actividades cotidianas, los momentos ideales para desarrollar el lenguaje
Esta maravillosa interacción es potenciadora al máximo del desarrollo y el aprendizaje de la pequeña, también del lenguaje. Cualquier actividad cotidiana, juego, parque… es una oportunidad para potenciar el desarrollo del lenguaje de los pequeños, siguiendo su iniciativa, adaptándonos a su nivel, siempre un poquito por encima, proporcionar lenguaje adecuado a la situación, a los que los niños nos dicen (también si no hay palabras y solo lenguaje no verbal).
Por ejemplo, si pensáis en este mismo parque y estar jugando o simplemente estando con vuestros pequeños, ¿qué os viene a la mente? Árboles, troncos, ramas, hojas… Pero también:
Las situaciones cotidianas son ideales para sacar lenguaje. Veis que en una situación de juego en el parque donde hay unos troncos y unos árboles que a primera vista parece tan sencilla y natural tiene grandes oportunidades para tener un rato de calidad con nuestros hijos y potenciar su lenguaje. Nosotros los padres solo tenemos que estar a su lado y escuchar, proporcionar lenguaje, comentar, repetir lo que ellos nos dicen, añadir algo más y corregir implícitamente.
Otro ejemplo, en nuestros días viviendo en Londres íbamos al parque casi cada día y M (cuando tenía 4 y 5 años) y yo jugábamos a que él era un tren o un conductor de tren y me llevaba por donde quería. Iba diciendo las paradas y me contaba algunas cosas del lugar. Mejor dicho, le gustaba que yo hiciera ver que no conozco el lugar y así le hacía preguntas y él me respondía. Es una idea de actividad para poder dejar la iniciativa a los niños en situaciones significativas para ellos, ideales para desarrollar lenguaje.
¿Qué es eso de la intencionalidad, la iniciativa y las actividades significativas?
El concepto de intencionalidad es muy importante ya que en muchos casos el niño no habla porque no tiene intención de decir nada, quizá porque no se dan las condiciones necesarias para que haya esta posibilidad de expresión. Y esto puede tener dos manifestaciones diferentes. Por un lado nos encontramos con el niño que no encuentra a un adulto que lo escuche, que le deje tomar aquella iniciativa para decir o hacer cosas. En otro extremo nos encontramos a un adulto que se adelanta siempre a la voluntad del niño, eligiendo por él, hablando en su lugar, y por lo tanto el niño tampoco encuentra el momento ni el espacio para poder expresar su intención.
Entre estos dos extremos nos encontramos un montón de situaciones que pueden no llegar a ser tan evidentes, pero en las que el adulto no está facilitando o dejando que el pequeño tome su iniciativa y su turno de intervención.
Para que el niño pueda tener intencionalidad y tomar la iniciativa la actividad debe ser interesante y significativa para él y se le debe dar el tiempo suficiente para que pueda iniciar la conversación.
Así que, en general, dejaremos que nuestro hijo escoja lo que quiere hacer, a qué quiere jugar y qué cuento quiere mirar. Si nosotros queríamos jugar con las fichas de construcción pero él está interesado por los coches, será más productivo jugar con los coches en ese momento. Está claro que podemos sugerir juegos o actividades, pero siempre observando si le está gustando y está disfrutando.
Un ejemplo. Estamos en una exposición de cuadros. Pensamos que es más bien para adultos y que quizás nuestro peque no entiende nada y, delante de una de las pinturas, nosotros nos adelantamos y empezamos a contar lo que vemos. ¿Qué tal si dejáramos al niño que pueda decir algo primero?
Este consejo es válido para cualquier edad (desde que empiezan hablar, incluso cuando no dicen palabras) y para cualquier situación cotidiana o no. En lugar de ser nosotros quien iniciamos las conversaciones, podemos dejar que lo hagan ellos. Para que esto se dé, debemos dejarles tiempo, esperar con escucha activa y detectar sus señales comunicativas.
¿Esperas suficiente o te adelantas a sus demandas?
¿Miras y escuchas atentamente para detectar lo que es significativo para tu hijo/a y sigues su iniciativa?
¿Ya pasas momentos de calidad con tu hijo/a?
[1] Fragmentos de mi libro.